miércoles, 20 de agosto de 2014

Capítulo primero


Chus Arnao conocía muy bien aquel paraje. Una tarde tras otra del agotador verano de mil novecientos ochenta y uno, recalaba allí con su bicicleta, huyendo de los ronquidos de su padre que de manera meticulosa se quedaba dormido en el sofá de su casa tras terminar de comer y sin dar opción a realizar ningún tipo de ruido. Eran cuarenta minutos consagrados a la audición contemplativa de la vida de las termitas en las frondosas praderas del interior de las sillas del salón. Eso, o los ronquidos de su padre. Hasta que un día descubrió que era capaz de subirse en la bicicleta y desafiar a los cuarenta grados centígrados registrados en la sombra.
Así comienza el primer capítulo de este libro,  cuyo contenido sigue siendo actualidad, un verano más, para desdicha de los bosques, que es tanto como decir para desgracia de nosotros mismos y de aquellos otros que seguirán poblando nuestro hogar común, nuestra querida Tierra.

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